Luis de Góngora
Ciegas peticiones de los hombres a Dios
¡Oh, fallezcan los blancos, los postreros
años de Clito! Y ya que, ejercitado,
corvo reluzga el diente del arado,
brote el surco tesoros y dineros.
Los que me apresuré por herederos,
parto a mi sucesión anticipado,
por deuda de la muerte y del pecado
cóbrenlos ya los hados más severos».
¿Por quién tienes a Dios? ¿De esa manera
previenes el postrero parasismo?
¿A Dios pides insultos, alma fiera?
Pues siendo Stayo de maldad abismo,
clamara a Dios, ¡oh Clito!, si te oyera;
y ¿no temes que Dios clame a sí mismo
Mientras por competir con tu cabello
Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio, y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no solo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Ni en este monte, este aire, ni este río
Ni en este monte, este aire, ni este río
corre fiera, vuela ave, pece nada,
de quien con atención no sea escuchada
la triste voz del triste llanto mío;
y aunque en la fuerza sea, del estío,
al viento mi querella encomendada,
cuando a cada cual dellos más le agrada
fresca cueva, árbol verde, arroyo frío,
a compasión movidos de mi llanto,
dejan la sombra, el ramo, y la hondura,
cual ya por escuchar el dulce canto
de aquel que, de Estrimón en la espesura,
los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
puede mi mal, y pudo su dulzura!
EN EL SEPULCRO DE LA DUQUESA DE LERMA
¡Ayer deidad humana, hoy poca tierra;
aras ayer, hoy túmulo, oh mortales!
Plumas, aunque de águilas reales,
plumas son; quien lo ignora, mucho yerra.
Los huesos que hoy este sepulcro encierra,
a no estar entre aromas orientales,
mortales señas dieran de mortales:
la razón abra lo que el mármol cierra.
La Fénix que ayer Lerma fue su Arabia
es hoy entre cenizas un gusano,
y de conciencia a la persona sabia.
Si una urca se traga, el oceano,
¿qué espera un bajel luces en la gavia?
Tome tierra, que es tierra el ser humano.
DE LAS MUERTES DE DON RODRIGO CALDERÓN, DEL CONDE DE VILLAMEDIANA Y CONDE DE LEMUS
Al tronco descansaba de una encina
que invidia de los bosques fue, lozana,
cuando segur legal una mañana
alto horror me dejó con su ruïna.
Laurel que de sus ramas hizo dina
mi lira, ruda sí, mas castellana,
hierro luego fatal su pompa vana
(culpa tuya, Calíope) fulmina.
En verdes hojas cano el de Minerva
árbol culto, del sol yace abrasado,
aljófar, sus cenizas, de la hierba.
¡Cuánta esperanza miente a un desdichado!
¿A qué más desengaños me reserva,
a qué escarmientos me vincula el hado?