Jaime Siles

Jaime Siles

Mecánica celeste

No amanece: renace. Maravilla
de ser aún y ser no solamente
la extensión de un espacio donde brilla,
tiempo interior, tu tiempo transparente.

Sucesión de la nada, cada orilla
en la retina cóncava del puente
no disuelve: completa la amarilla
lluvia de espuelas sobre el sol poniente.

Arquitectura móvil levantada
por el color azul que nos olvida,
piedra de luz en el cristal tallada

por el aire que extrema su medida;
que la crin te repita, desplegada,
el caballo sin freno de la vida.

Himno a Venus

Amor bajo las jarcias de un velero,
amor en los jardines luminosos,
amor en los andenes peligrosos
y amor en los crepúsculos de enero.

Amor a treinta grados bajo cero,
amor en terciopelos procelosos,
amor en los expresos presurosos
y amor en los océanos de acero.

Amor en las cenizas de la noche,
amor en un combate de carmines,
amor en los asientos de algún coche,

amor en las butacas de los cines.
Amor, en las hebillas de tu broche,
gimen gemas de jades y jazmines.

Grafemas

El dibujo sonoro de la línea
es anterior al tiempo de lo blanco.

El tiempo de la línea
—como el espacio y el ritmo de la página—
es anterior al ritmo del color.

El espacio y el tiempo de la línea
son interiores al blanco de la página.

Cuerpo textuado, la escritura
es un ritmo de espacios de color:
de blanco sobre negro,
de negro sobre blanco
en el espacio en blanco de la línea,
en el espacio en blanco de la página,
en el espacio en blanco del color.

La escritura es un ritmo anterior a ese cuerpo,
interior a ese espacio.

La escritura del negro sobre el blanco
sólo conoce un signo:
el invisible blanco
del color.

EL CORAZÓN DEL AGUA

Remos, mareas, olas.
Un murmullo impreciso perpetúa
la oculta faz del imposible aliento.

Una gota de sal disuelta llama
sobre un pecho pretérito
buscándote.

Un párpado de luces diminutas
donde tus dedos tocan el azogue.

Un latido oxidado que penetra
y lame y teje y corta claridades.
Sólo existir perdido
donde el agua
multiplica su rostro en otras ondas.

Desciframiento

No de la luna líquida velada
por curvas cresterías de corales.
Ni de los equinoccios ojivales
de océanos de ónice nimbada.

No de la nieve roja resbalada
de címbricas vidrieras boreales.
Ni del color que incendia las vocales
de soles sidos por la voz borrada.

Olvidada, leída, dibujada,
una lengua de signos naturales,
escrita en escritura descifrada,

con caracteres de recién creada
me envía sus saludos: dos postales
y una redonda coma desviada.